Tenía ganas de ver el Museo de Portimao -especialmente teniendo en cuenta que el año pasado tuve la mala suerte de encontrármelo cerrado-. Me habían hablado muy bien de él y, sobre todo, de como habían intentado replicar parte de la fábrica de conservas de pescado de la empresa La Rose, cuyo edificio había sido restaurado para construir la instalación.
Lo que no esperaba encontrarme en el Museo de Portimao era, aparte de ello, una improvisada clase de historia y geografía que sirvió para que en poco más de una hora de visita tuviera la respuesta a una pregunta que pocos nos hacemos al tomar el sol en la playa, pero que es fundamental a la hora de pensar en el lugar que nos encontramos:
¿Como y de qué se vivía en el Algarve antes de que los turistas llegaran a millones?
El Museo de Portimao nos da respuestas a esta pregunta muy centradas en la historia de la ciudad de Portimao, pero también extrapolables a otras ciudades de la región en la que la agricultura, la pesca y las industrias transformadoras de los alimentos obtenidos por ellas fueron durante muchos años la actividad dominante, con la única excepción de alguna pequeña actividad de construcción naval o- en el interior de la región- la industria del corcho.
La colección permanente del Museo de Portimao nos traslada, en primer lugar, a los asentamientos prehistóricos de la ciudad, para llevarnos posteriormente por un recorrido histórico por la etapa islámica y medieval. El río Arade fue muy importante en el desarrollo de la ciudad, ya que fue navegable durante muchos años y sirvió para el transporte de mercancías entre el interior del Algarve y la costa.
Más adelante en el tiempo, el Museo de Portimao nos da testimonio de cómo se realizaba en Portimao la construcción de barcos de madera y nos habla de cómo la agricultura fue la principal forma de vida de la región antes de que se desarrollara la industria conservera de pescado, la gran fuente de recursos de una región que no era especialmente rica durante la primera mitad del siglo XX.
La réplica de la conservera
La información y réplica del entorno y ambiente de la conservera de pescado es la gran atracción del Museo de Portimao. El paseo empieza con un documental en blanco y negro de los años 30 del siglo pasado en el que se describe paso a paso el proceso de fabricación de las conservas de sardinas, desde su pesca, hasta que la lata sale de la fábrica. El documental -que lleva por título O jogo da sardinha (El juego de la sardina) tiene el fallo de no estar subtitulado- resulta tremendamente curioso e ilustrativo de lo que nos vamos a encontrar más adelante.
Allí podemos ver imágenes originales de cómo se pescaba la sardina, cómo llegaba a puerto, cómo se subastaba y cómo llegaba a la fábrica. Podíamos ver también las actividades de los diversos operarios, tanto de los que fabricaban las latas, como de las que preparaban y enlataban el pescado, así como otras curiosidades de la vida en la fábrica conservera de Portimao.
Una vez visto el documental, podemos adentrarnos en las diferentes zonas acotadas, donde podemos ver esculturas de escayola de operarios realizando las diversas actividades. Es más, al fondo del Museo de Portimao se ha reconstruido la sala a la que llegaba el pescado y donde se realizaban las primeras operaciones de selección y preparación de las sardinas antes de introducirlas en la lata.
Personalmente, me pareció un museo muy agradable e interesante para conocer la historia de una ciudad y una región de la que conocemos poco más que sus playas. Los tres euros de la entrada me resultaron bien pagados. No es una visita larga. En algo menos de una hora podemos verlo todo, y eso si nos sentamos a ver el documental sobre las sardinas. Si no lo hiciéramos, se reduciría bastante el tiempo que necesitaríamos para verlo.
Como curiosidad, el Museo de Portimao recibió en el año 2010 el premio al Museo del Año concedido por el Consejo de Europa, reconociendo el gran valor e interés de su colección.